La pupila de sus ojos negros se dilataba mientras se acercaba la lengua rojiza, ensalivada y juguetona de su novio. Con movimientos lentos y repetitivos empezó a lamer la cornea de aquella chiquilla de ojos rasgados. Sus corazones latían desbocados por las sensaciones que les producía el "oculolinctus", sólo comparable al éxtasis que sentía Santa Teresa en su mundo de misticismo.
Esta semana me sorprendió la noticia de que la juventud del Sol Naciente se dedicaba a una forma de parafilia muy particular y peligrosa llamada "oculolinctus". Dicha práctica consiste en lamer la cornea de otra persona, con el peligro de ceguera que conlleva.
Creía, que después del "tampax on the rocks", la juventud actual no podía sorprenderme. Craso error el mío debo admitir. La juventud de los años 60 y 70 quisieron cambiar el mundo a través del movimiento hippy, el amor libre y las drogas. Ahora la juventud busca nuevas formas de placer, donde el individualismo es lo primordial.